domingo, 29 de abril de 2012

Sobre los burros marcianos

¿Buscando algún burro en el horizonte, M?

Doña Márgara se casó a los 53 años con un amigo de su sobrina. Se lo pidieron de favor pues él era ruso (además de 20 años más chico que ella) y necesitaba los papeles para quedarse en el país. Entonces fue cuando ella se dio cuenta de que no había llegado el amor a su vida. Le dijo que sí, y guarda con sentimiento la fotografía de su boda con aquel muchacho que "seguido venía a visitarla" y ahora vive en Rusia con su pareja homosexual. 

Lo primero que me gustó de su casa fue su decoración kitsch, un gusto que evidentemente no heredé de mis padres. Decoré la recámara que me renta en el mismo estilo y a veces entra en ella para decirme que me quedó muy linda. Hay tres habitaciones más arriba, que doña Márgara renta a "señoritas honorables" desde hace muchos años. Ella vive en la parte de abajo, en una recámara improvisada a la que me he atrevido a asomarme muy pocas veces. Desde que se levanta alrededor de las doce del día, hasta que se acuesta de madrugada, Doña Márgara tiene prendida la televisión a todo volumen. Es lo último que apaga antes de prender, también a todo volumen, el radio que la arrulla para poder dormir. Es sorda de un lado, ciega del otro, camina despacio con ayuda de un bastón. Yo siempre trato de que no me note ni cuando llego ni cuando me voy, y a veces aprovecho el encontrarla absorta en la telenovela para quedarme mirándola. 



Me da ternura que siempre vuelve a las mismas anécdotas, que es hosca en su trato y a la vez, con un poco de atención que le concedas intenta por todos los medios que te sientes en la sala y le platiques algo. Casi nunca te escucha, espera su turno para hablar y cuando éste llega, no sabe qué decir. Sale del aprieto diciendo que las mujeres somos tontas por enamorarnos de los hombres. Cuenta que de joven empezó a dar clases de baile sin saber ella bailar. También que era la más pequeña y mimada de nueve hermanos y que cuando murió su madre descolgó el teléfono durante semanas hasta casi volverlos locos a todos. 

Por eso y por otras muchas cosas creo que cuando yo sea grande, voy a ser como doña Márgara. Ayer se lo dije a mi amiga P, quien aún declarándose fan de la señora, me miró con aire horrorizado. Cada que le cuento a P los ires y venires de mi corazón contesta que ella "por eso tiene novio". Quiere decir que es una manera efectiva de no meterse en problemas. Es la única amiga que tengo que no tiene problemas con su novio. Por lo menos no me los ha contado. Cuando suena su teléfono me río y le contesto con saña "por eso no tengo patrón". Y es que me parece increíble que la mayoría de las mujeres son capaces de cualquier cosa con tal de estar en una relación.

Golpes, infidelidades, groserías, humillaciones, lo he escuchado todo. A mí me bastó con la insultante indiferencia del que fuera mi marido y el amor de mi vida para decidir tomar otro camino. Los amigos y familiares que antes me daban la mano preguntándome si estaba bien, se declararon desilusionados e indignados cuando tomé la decisión. No hay manera de tener contento a nadie, por eso intento concentrar mis esfuerzos en mantenerme no tan triste a mí misma, por lo menos a mí misma. 

Hace poco mi padre, que es la persona a quien más admiro y respeto, me dijo que estaba orgulloso de mí por no haberme aferrado a "cualquier baboso" después de mi divorcio. Si supiera... Pero el recordar esas palabras me dan fuerza en los momentos poco gloriosos en los que me siento dispuesta a enamorarme. "¿Tu crees, hija, que algún día un burro llegue a amarte?" Yo, con mi mente de niña, siempre imaginaba a la NASA poniéndole un casco a un asno y mandándolo en un cohete a Marte, y le contestaba que sí. Ahora entiendo la broma de mi papá y tengo ganas de decirle que no, no creo que un burro llegue nunca, ya no digamos a amarme papá, ni siquiera a conocerme. No pienso permitirlo. La indiferencia de nadie me hará nunca volver a llorar. Nunca más lloraré papá, te lo prometo. Podrás seguir estando orgulloso.

Es algo instintivo, platicaba anoche con A, el querer salir del nido y buscar una familia propia, fuera de nuestro círculo de confort. Yo la he encontrado. Tengo una pila de libretas que me sirven de confidentes y hermanos. Los árboles de mi jardín son mis abuelos, padres, tíos; sus frutas, las hijas que mi instinto de madrastra malvada me obliga a comer. El insomnio es el fiel amante que me visita todas las noches, desde hace ya muchos años y hasta que la muerte nos separe. Y la recámara kitsch que me renta doña Márgara es mi casa. Tengo también amigos de carne y hueso por los cuales arriesgaría la vida. No me falta nada más. 

A lo mejor un día, dentro de unos veinte años, llega mi sobrina M, el verdadero amor de mi vida, a pedirme que me case con algún ruso gay. Parece que los rusos también tienen cohetes espaciales y no sabemos si en unos años los mandarán a Marte. Por eso tengo guardado en un placard mi vestido de novia, a M no le negaría nada nunca. Ni siquiera una boda interplanetaria.

10 comentarios:

  1. Es lo mejor que te he leído, Pola. Qué grande eres. ¿Para cuándo el tutorial de corazas sentimentales?, hace falta. Abrazo en la distancia, como siempre.

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    1. Mientras los abrazos sigan siendo en la distancia, seguiré aceptándolos, persona anónima. :)

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  2. He estado VARIOS minutos viendo esta caja de texto macerando lo que escribir y sólo concluyo con citar a Sabina: "Algunas noches suelo recostar mi cabeza en el hombro de la Luna y le hablo de una amante inoportuna que se llama soledad."

    Pero no, no estás sola. Te tienes a ti. Y por tenerte a ti, no te falta nada. Y por no faltarte nada, tienes esa familia a la que has elegido -árboles, frutas, cuadernos...-.

    Y un poco en la distancia -para que me sigas aceptando-, me tienes a mi... y a los demás seres hemócaros.

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    1. Creo que "hemócaros" doesn't mean shit, pero te creo que es algo lindo Vada. La soledad es el más grande de mis tesoros y tú, of all people, entiendes mi necesidad de distancia. Eres uno de mis amigos más queridos y te he visto solamente unas cinco veces, en ya diez años de amistad. Incluso, lo sabes, a menudo me recuerdas a alguien... y por eso te cuento dentro de las personas por las que arriesgaría la vida, de lejitos, jaja. Love, Vada...

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  3. Yo no lo sé de cierto, pero supongo que una mujer y un hombre (lo de hombre y mujer es figurado, claro, casi metafórico) pueden –y debería ser un imperativo, porque ya estuvo bueno de hacernos pendejos– estar en una relación honesta y sincera en la que exista apoyo, crecimiento, y ora sí que fé y buena voluntad.

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    1. Claro, yo no digo que mi posición sea una regla general. Te mentiría si te dijera que nunca me han amado, es solo que al final el dolor siempre ha sido más grande y pienso que es un lujo (el dolor) que ya no puedo darme. Si tan solo el amor funcionara tan fácil y felizmente como la amistad, otra cosa sería...

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    2. Sí, ¿verdad? Yo antes creía muchas pendejadas como que el amor-amor (ese de las parejas) podía ser como una extensión de el amor-amigo; pero, ni madres. Sí es difícil y complejo y me lleva la chingada... Luego, la verdad es que estamos viviendo un momento de cambio en los cánones tan cabrón, que a veces –como hoy– quisiera sentarme en la silla del sálvese quien pueda. Pero si somos muy muy muy sinceras, yo sí no pierdo la esperanza de tener esa relación que tanto me dibujo.

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    3. La cosa es que ambas sabemos detalles de las relaciones de la otra que no es posible andar balconeando aquí, jeje. Pero en cuanto al amor-amigo, he de decir que hasta hace pocas semanas me atreví a vivirlo y me hizo exageradamente feliz, durante un momento fugaz, evidentemente. Al final creo que logré salir del canon de la mujer que se siente inútil sin un marido o un querer. Lo he llevado al extremo de no confiar en la buena voluntad de nadie que me diga que qué bonitos ojos tengo. Y eso que sí son lindos ¿no? jaja. Yo ya no me dibujo nada, ni suspiro nunca, la verdad. Solamente me reprocho el haber creído las mentiras de alguien que todavía me duelen después de mucho tiempo. Eso es lo que me da vértigo a mí, los malos recuerdos. Por lo demás, soy bastante feliz.

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