domingo, 19 de febrero de 2012

Nuestro Balajú



Anoche les contaba que dibujé un colibrí y lo pegué en tela. Bueno, este no es exactamente un tutorial porque es demasiado evidente cómo se hace. El dibujo lo hice en papel reciclado que tenía por ahí, y tuve que hacer trampa porque en realidad no sé dibujar. Abrí en la computadora una fotografía y con una pluma negra fui calcando, ayudada con la luz de la pantalla, los rasgos principales del dibujo.


Por supuesto que tener este cuadrito colgado en la pared no será nunca como volver a tener a Balajú, el colibrí que encontré una vez bajo el naranjo y que vivió conmigo durante un mes. Esta historia ya la había contado en otro blog, no quiero aburrirlos de nuevo. Pero sí espero que les parezca inspiradora la idea y pongan manos a la obra.

Yo me quedo cantando unos versos de Balajú, pasan de las diez y ya pronto viene el insomnio a buscarme.

Tú no sirves para amores, tienes el sueño pesado. Ay antenoche fui a tu casa, tres golpes le dí al candado. Ariles y más ariles, ariles que te decía, de noche te vengo a ver porque no puedo en el día (...) Que me gusta el Balajú nada más por su sonido, también el pájaro cu y el cascabel divertido. Pero más me gustas tú para casarme contigo, que me gusta el Balajú, nada más por su sonido.

Otro día les contaré con más calma en qué se parecen los colibríes a los zombies, y en qué se parecen los zombies a mí. Ahora tengo que apurarme, ponerme una piyama cómoda y ver la manera de seducir a Morfeo antes, antes de que llegue aquel.

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