Mi madre, aquel espejo de tintes mitológicos, se crió con su abuela. Mi sobrina, con mi madre. Probablemente sea por esa razón que no logro perdonarte el haberte muerto hace tantos años. ¿Qué tristezas te mataron, ingrata?
Dicen que sólo los marineritos saben cantar "La petenera". Para escucharla, me es necesario tomar el caracol del baño de tu antigua casa. Lo pego a mi oído, cierro los ojos y me transporto al mar. Si resisto a la tentación de embarcarme detrás de algún marinero o alguna ballena, puedo llegar a percibir todos los verdes del agua. Empapada de sal hasta la cintura, me dirijo lenta y discretamente hacia ese barquito tan chiquito que no puede navegar. A medida que me acerco el mar se levanta, comienza la tormenta. Te distingo, sirena de cola anaranjada, nadando a contracorriente.
Hace mucho que aprendí a llevar conmigo una vela encendida en mis viajes al mar. Necesito la cera para tapar mis oídos y no escuchar tu canto. Bajo los ojos, ahora igualmente empapados de sal, evitando así leer tus labios. Sé que cantas que pasaron una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete semanas. Deben de pasar cincuenta y cuatro minutos y siete segundos antes de que te desvanezcas, perseguida por el cangrejo que te arrastró bajo tierra en la época en la que eras mi abuela.
Perdida en la mar de mi soledad, ingrata, me sumerjo y nado hacia abajo. No puedo pensar en otra cosa que no sea ahogarme. Hasta que toco el fondo. Es entonces cuando recuerdo que quería escuchar "La petenera". Con mi último aliento nado de vuelta hasta la superficie y vuelvo a respirar. Ahí sigue el barco chiquito, no puede navegar, y desde su minúscula cubierta los marineritos cantan esa canción que solamente ellos saben cantar.
Que viviera la difunta, y que yo la conociera. Porque es una cosa inmunda, que por celos se muriera...
Perdida en la mar de mi soledad, ingrata, me sumerjo y nado hacia abajo. No puedo pensar en otra cosa que no sea ahogarme. Hasta que toco el fondo. Es entonces cuando recuerdo que quería escuchar "La petenera". Con mi último aliento nado de vuelta hasta la superficie y vuelvo a respirar. Ahí sigue el barco chiquito, no puede navegar, y desde su minúscula cubierta los marineritos cantan esa canción que solamente ellos saben cantar.
Que viviera la difunta, y que yo la conociera. Porque es una cosa inmunda, que por celos se muriera...
Sonex- La Petenera
Cada que leo tus entradas me reencuentro con una parte muy hermosa de mí. No te conozco, Pola, y tus historias me son tan familiares, así como tus fotos. Recuerdo esos anteojos de tu amada sirena, y me transportan al reflejo de mi mirada en los suyos. Recuerdo esa letra "A" de Aurora que tenía en una de sus micas. Aurora como mi abuela, de fácil sonrisa y atenta escucha. Agradezco mucho sus enseñanzas. También la extraño
ResponderEliminarSiempre que alguien me cuenta que la conoció se me salen las lágrimas. Que viviera la difunta, pero sobre todo, que yo la conociera. Gracias Strega por leerme, y por recordar esos detalles que la mantienen en cierta manera entre nosotros.
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