miércoles, 20 de junio de 2012

Ni tan niña ni tan santa

SEGÚN UN ANÁLISIS DE LA NIÑA SANTA


Que desagradable es, el mirar una obra de arte con la imposición de alguna interpretación externa preconcebida. "La sonrisa de la Mona Lisa es misteriosa, hay teorías que afirman que se trata de la amante de da Vinci..." Yo considero una obra como un todo, un objeto completo emisor de un discurso independiente de su contexto. No utilizo aquí la palabra objeto al azar, se los advierto antes de que empiecen con que ni la música, ni el cine, ni la danza son objetos. He escogido el término para hacer una analogía con aquello que, en mi opinión, es lo más cercano a una obra de arte: un espejo. 


   ¿Qué es lo que hace un espejo? Refleja. La obra de arte contiene elementos que le hablarán al espectador en la medida en la que éste se identifique con ellos. En cuanto comenzó la proyección de La niña santa (de Lucrecia Martel), me sentí incómoda. Alguien le informa a una mujer ya madura que su ex marido va a tener mellizos. Helena, el personaje interpretado por Mercedes Morán, no fue la única que sintió la noticia como un balde de agua fría. En efecto yo, después de siete años de intentar tener hijos con mi ex sin haberlo logrado, aún muero de miedo de que de pronto él resulte ser padre y la culpa, la ignominia de nuestra infertilidad caiga por completo sobre mis trompas de falopio. Me levanté de golpe para ir a esconder mi desconcierto en el baño. M me preguntó si debía detener la proyección. No. ¿Segura? Sí. Les he contado de M, esto que platico sucedió durante nuestra cuarta cita. Volví de inmediato a la sala ya que La niña santa había demostrado desde los primeros instantes el ser una obra efectiva, una obra espejo.

   A medida que avanzaba la película la concentración se volvió cada vez más difícil. M, quien la había escogido, no podía impedirse a si mismo el comentar como en voz en off  los pasajes que él consideraba importantes para su planeada futura explicación sobre la obra. Completa y absolutamente desesperante. Es decir, he de coincidir con los datos que daba, es efectivamente poco común la construcción sonora que hace Martel, en la cual todo el soundtrack es completamente diegético. Los encuadres que colocan en todo momento los oídos de los personajes en algún punto áureo de la imagen parecían engañosos debido a la pantalla cuadrada de la televisión. Pero aunque tuviera un punto, la constante distracción volvía difícil el proceso realmente interesante que desencadena una buena obra de arte como lo es La niña santa: al igual que "reflejo", del latín reflexus, la reflexión. Aun cuando puede llegar a ser muy interesante la entrevista que M hizo a Lucía Martel en el hotel en el que se filmó la película, ésto no deja de ser puramente anecdótico. Iría más allá al asegurar que su explicación de la visión que Martel propone resulta un demérito para la autora. Siendo Lucrecia Martel quien es, partiremos de la base de que es perfectamente capaz de manejar los instrumentos y recursos propios al cine para transmitir un discurso a partir y a través de la obra en cuestión, sin necesidad de más explicaciones.

   Comparto con ustedes entonces, mi humilde reflexión sobre la cuestión de género en La niña santa, a riesgo de que se me acuse de imponer a mi vez una interpretación subjetiva e independiente de la obra. La restricción a la cuestión de género se la debemos igualmente a M, quien proponía analizar la película desde ese ángulo mirando únicamente a J, el otro hombre presente, y sin detenerse ni un segundo para escuchar algún comentario mio o de U, mujeres quienes, siguiendo nuestra profunda naturaleza, nos limitamos a callar y a generar, acompañados de sonrisas burlonas, significados para el significante vacío que representaban esos dos hombres que comían pimientos en el sofá.

   Desde las primeras escenas de la película se plantea uno de los elementos que será punto de ruptura entre lo femenino y lo masculino. Mientras las mujeres tienen todas, un cabello refulgente, los hombres están a punto de quedarse calvos. Helena, medusa cinematográfica, se distingue de las demás mujeres por su resequedad en el cabello, culpa del shampoo del hotel. Parece no importarle, como tampoco le interesa a los hombres que la rodean. El segundo elemento de oposición entre lo masculino y lo femenino es la fe. Los hombres son todos médicos, representantes de la ciencia; las mujeres en cambio están volcadas a la búsqueda de su vocación. Pareciera que Helena, quien mira con malos ojos los rezos compulsivos de su hija Amalia, sufriera también de resequedad en la fe.  Helena cubre sus cabellos para entrar en la piscina, y cuando se retira la gorra lo hace con un movimiento rápido, inconsciente de la sensualidad que éste implica. Se muestra más segura del espectáculo erótico que ofrece al bailar frente al espejo al ritmo de "negros tus cabellos, un brillo en tu cuerpo, tan llena de amor, te vi bailando..." Pero los cabellos cortos, descoloridos y resecos de Helena le otorgan una ventaja sobre las demás mujeres: dejan ver su espalda, que exhibe en atrevidos escotes en cada escena. 

   La espalda es precisamente otro de los temas centrales del filme. "No quiero tener relaciones pre-matrimoniales", le dice Josefina al primo que la acaricia en la cama de la abuela. Un eufemismo común en los colegios católicos para decir "por atrás". Amalia cree descubrir la vocación que ha estado buscando cuando un hombre se acerca a ella y la toca con su sexo por la espalda. La niña santa lo reconocerá como el doctor Jano, uno de los médicos que se hospedan temporalmente en el hotel donde ella vive. A partir de ese momento ella siempre estará pisándole los talones, incluso mientras aquel hombre casado le hace la corte a su madre. Los últimos planos en los que observamos a Helena son, al igual que los primeros, filmados por detrás. A pesar de la promiscuidad en la que viven todos los personajes, rodeados sin cesar de otras personas y otras conversaciones, resultará imposible conocer a los personajes de frente. Incluso el desenlace en el cual el doctor Jano será probablemente desenmascarado en el escenario, le es ahorrado al espectador, como una última frustración que Lucrecia Martel le regalara.

    Al final la experiencia completa, es decir, la película en la sala de casa de U con las explicaciones en off, los pimientos y el sofá me trajeron otras reflexiones. Entre ellas, que si lo que quiero en mi vida es ser ignorada, en vez de conseguirme un novio me voy a conseguir un gato. No habrá para M quinta (cita) mala, me contentaré con ventilar estas intimidades... a sus espaldas.


1 comentario:

  1. "La obra de arte contiene elementos que le hablarán al espectador en la medida en la que éste se identifique con ellos". MUY BUENO ESO, Y MUY CIERTO TAMBIEN

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Pregunta, critica, opina... todo menos hacerme sentir que hablo sola. ¡Hey! zaz, creo que sí hablo sola...