
Una flecha (sagitta) indica una dirección. Desde antes de ser disparada, su trayectoria ha sido marcada y nada puede hacerla desviarse de su camino. Una flecha no vuelve al punto del que salió, no sucumbe ante la gravedad, está diseñada para abrir, para matar a distancia, para no poder ser desencarnada si no con mucho sufrimiento de las entrañas de su presa. Por eso yo, cuando sea grande, quiero ser una flecha. Hasta ahora me he comportado más bien como un boomerang, la nostalgia me atrapa demasiado a menudo. Es una ironía que el francés, flèche también sea una especie de gallina. Me consuelo al pensar rápidamente (sagire) que poule, gallina, es otro modo de decir mujer. Soy una mujer. Voy a ser una flecha.